Caminar sola siempre es peligroso. Andar por ahí sin acompañante, por la noche y en las fiestas; simplemente inimaginable, tortura y rechazo social, duda constante. Intentaré recordar mis grandes hazañas y lo único que podré recuperar serán gestos rotos como porcelana, delicada y de escaza confianza si se deja de preocupar por ello un rato. Mucho tuve de los consejos de siempre, de la preocupación y recordaré que la preocupación siempre existió en la familia, que una pintura, un color, se regó sobre el lienzo y las perdidas y el abandono crearon un ambiente de preocupación sempiterna. Mi padre me alzará entre sus brazos siempre en sus sueños y seguirá viéndome como lo ha hecho durante tanto tiempo, pero sin mamá, ese detalle es importante en nuestra vida. Me encontraré con las personas de siempre, con las buenas compañías y tardaré tanto en explicarles mi soledad que terminarán por aburrirse y yo misma me hartaré de mi letanía y abandonaré el lugar. Papá me encontrará en la calle con el mismo andar atribulado y me abrazará fuerte, me comprenderá y no podré evitar hundirme en mi niñez dañada pero bien conservada en la memoria, inmune a historias inventadas que otros han intentado añadir. Jugar ajedrez se convertirá en un vicio y me veré, emocionada y distraída, aprendiendo a mover las piezas, hecha una niña triste y con ojos llorosos, grandes y con miedo inyectado. Intentará eliminar ciertas palabras que describen mi imagen de la niñez, le negaré con enfado pero siempre con cariño que no hay nada que pueda hacer, que todo está hecho, mejor dicho. Lo convenceré de jugar una partida en cuanto lleguemos a casa. Estaremos frente a frente y nos diremos con la mirada tantas cosas que quisiéramos expresar con palabras. Decirnos que no estamos solos, que el lugar de mamá siempre estará disponible para cuando regrese, que esperamos que ese día llegue y nos sorprenda y volvamos a la vida de antes. Admitiré que tengo problemas, que la ausencia es un mal, que el miedo de estar siempre sola se incrementa por las noches, en la oscuridad, durante la madrugada ataca sin pensar en mi cordura, me insulta. Pero seguiremos jugando hasta que todo acabe, en el tablero casi todo es impredecible.
Espacio exclusivo para compartir textos narrativos de mi autoría y reseñas literarias.
lunes, 18 de enero de 2016
Con la frente en alto
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sábado, 16 de enero de 2016
Mucho que contar
No olvidaría por nada mi primer beso. La entrega amorosa que me comprometería a ser una persona romántica, creyente del amor y el cariño en los peores tiempos. Durante mi juventud me prometí recordar siempre aquel momento, no caer en las tentaciones de la personalidad falsa, vacía y sin sentimientos.
Mucho se podría decir de mis primeros años amorosos, las conquistas que usualmente terminaban en fracasos. Nunca me hizo falta la presencia de alguien que me consolara por mis constantes dolores del corazón pero sí aprendí a valorar cuando las personas importantes, mis amistades, estaban conmigo aun cuando no era vital. Al ingresar a la universidad, nació la esperanza de vivir mis mejores años de diversión y conocimiento, sabía que iba a conocer a muchos más amigos y que si me disponía y los aceptaba, me acompañarían el resto de mi vida. La verdad es que conocí más amantes que amigos, y sí, mis antiguas parejas siguen en mi vida.
En ocasiones me acusaban del tono dramático en los textos que mandaba a la editorial, con característicos tonos suaves y en ocasiones sexuales, entonces era tan realista que terminó provocando la suscripción de un considerable número de lectoras a la revista y el abandono de muchos caballeros, decían que no se interesaban mucho por historias de amor.
Esas historias de amor me ganaron (de alguna increíble manera) mi lugar en la editorial. El tiempo pasó y durante los últimos periodos de mi estudio de licenciatura, cuando todo se vivía con más intensidad, desinterés y muchas cosas se esfumaban para siempre (como el romanticismo, que ahora parecía una sombra macabra siguiéndonos, reclamándonos por su olvido en la memoria colectiva) me convertí en jefe editorial. Más tiempo pasó y no dejé realmente la universidad. Tenía un título recién impreso y oficial de una carrera con un nombre muy largo que pronto quedó guardado entre muchos documentos de mi oficina, el diseño de la revista cambió y su nombre fue reemplazado por Mucho que contar, fue aceptado por la comunidad, se dio oportunidad de trabajo a escritores jóvenes y siempre se mantuvo en desarrollo.
Obtuve los permisos necesarios y con todas mis amistades sólidas que alguna vez fueron lazos amoroso profundos, comencé a escribir; nunca me detuve, nunca cedí a las presiones de la opinión. Mis historias se volvieron complejas, mezclaba unos cuantos hechos con fantasía, incursioné con éxito en el realismo mágico y dediqué los años de mi vida adulta a la literatura.
Mi éxito fue considerable durante años, no vivo con grandes lujos pero con lo necesario. Justo hoy regresé del gran evento de la revista, cedí el puesto de jefe a un joven en el que veo todos mis sueños reflejados: aquellos que pude cumplir y los que no. La revista será transformada a un formato digital y sencillo. Todo es más sencillo. Son tiempos sencillos, aunque extraño la presencia en el aire del amor que se gritaba, se cantaba y se escribía con fervor antes.
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martes, 5 de enero de 2016
Como siempre
Es que no entiendes que cuando te digo que voy a salir por la noche y que será como siempre es porque voy a comportarme y no dudes que no pensaré en ti durante toda la velada. Te garantizo que no iré más allá del beso con cualquier pareja potente que me topé cuando las luces estén bajas o no estén ya sobre nosotros.
Cómo decirte que no; que no eres el centro de mi vida todavía, pero lo suficientemente importante para tenerlo en consideración cuando empiezo a sentir lástima por lo nuestro.
Me gustaría poder decirte sin más que me gustas, y me gustas como me gustan muchas más, todas. Cómo explicarte que cuando hablé con aquella persona, dejé de decirlo a los cuatro vientos, en cuanto leí sus mensajes algo tembló en mí. Era la sencillez con que afrontaba la realidad. Decía las cosas como yo nunca imaginé expresarlas. Que múltiples personas le gustaban a la vez, lo encontraba bello y trágico. Aunque tales declaraciones me volvieron loco en su momento, me sigue gustando, y de nuevo, no dudes que si mañana me habla, voy a correr hacía ella como un imbécil, como uno no debería correr para abrazar el sol.
Me gustaría poder decirte sin más que me gustas, y me gustas como me gustan muchas más, todas. Cómo explicarte que cuando hablé con aquella persona, dejé de decirlo a los cuatro vientos, en cuanto leí sus mensajes algo tembló en mí. Era la sencillez con que afrontaba la realidad. Decía las cosas como yo nunca imaginé expresarlas. Que múltiples personas le gustaban a la vez, lo encontraba bello y trágico. Aunque tales declaraciones me volvieron loco en su momento, me sigue gustando, y de nuevo, no dudes que si mañana me habla, voy a correr hacía ella como un imbécil, como uno no debería correr para abrazar el sol.
No me gusta hablar de engaños porque realmente no te engaño. Pienso mucho en ello, lo considero, les hablo como a ti te hablo, pero nunca lo siento; no siento las mismas cosas con ellas que contigo.
Mira que he tolerado tus reacciones, los gustos tan extremos, tus rechazos constantes y la risa que a veces me dedicas que contiene tanto de ti que me marea. Me marea que pienses que me tienes para cuando quieres. Los dos sabemos la verdad: no siempre estaremos juntos ni estaré para ti cuando desees. Amor, no piensas (o no te gusta pensar) que llegaste en el momento más inoportuno, tú pronto no serás nada.
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