lunes, 18 de enero de 2016

Con la frente en alto

Caminar sola siempre es peligroso. Andar por ahí sin acompañante, por la noche y en las fiestas; simplemente inimaginable, tortura y rechazo social, duda constante. Intentaré recordar mis grandes hazañas y lo único que podré recuperar serán gestos rotos como porcelana, delicada y de escaza confianza si se deja de preocupar por ello un rato. Mucho tuve de los consejos de siempre, de la preocupación y recordaré que la preocupación siempre existió en la familia, que una pintura, un color, se regó sobre el lienzo y las perdidas y el abandono crearon un ambiente de preocupación sempiterna. Mi padre me alzará entre sus brazos siempre en sus sueños y seguirá viéndome como lo ha hecho durante tanto tiempo, pero sin mamá, ese detalle es importante en nuestra vida. Me encontraré con las personas de siempre, con las buenas compañías y tardaré tanto en explicarles mi soledad que terminarán por aburrirse y yo misma me hartaré de mi letanía y abandonaré el lugar. Papá me encontrará en la calle con el mismo andar atribulado y me abrazará fuerte, me comprenderá y no podré evitar hundirme en mi niñez dañada pero bien conservada en la memoria, inmune a historias inventadas que otros han intentado añadir. Jugar ajedrez se convertirá en un vicio y me veré, emocionada y distraída, aprendiendo a mover las piezas, hecha una niña triste y con ojos llorosos, grandes y con miedo inyectado. Intentará eliminar ciertas palabras que describen mi imagen de la niñez, le negaré con enfado pero siempre con cariño que no hay nada que pueda hacer, que todo está hecho, mejor dicho. Lo convenceré de jugar una partida en cuanto lleguemos a casa. Estaremos frente a frente y nos diremos con la mirada tantas cosas que quisiéramos expresar con palabras. Decirnos que no estamos solos, que el lugar de mamá siempre estará disponible para cuando regrese, que esperamos que ese día llegue y nos sorprenda y volvamos a la vida de antes. Admitiré que tengo problemas, que la ausencia es un mal, que el miedo de estar siempre sola se incrementa por las noches, en la oscuridad, durante la madrugada ataca sin pensar en mi cordura, me insulta. Pero seguiremos jugando hasta que todo acabe, en el tablero casi todo es impredecible.

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