Héctor Carrillo Bustos
El
puñetero mosco vuela por la estancia sin importarle la hora de sus paseos
nocturnos, turna sus recorridos por el aire con la mosca mientras escucho a la
lejanía a don Ernesto, que no cesa de llamar a la puerta: dormir es imposible
ahora.
Don Ernesto es el típico vecino molesto,
el pinche e inoportuno, el que siempre que me encuentra me recuerda lo viejo que
aparento a mis 18, aumentando la edad para arruinarme los buenos días, las
buenas tardes y las buenas noches, sino
es que se reserva una visita especial como ahora.
Creo que no son horas de andar tocando
puertas tan insistentemente, mientras tengo la cabeza metida en una caja
buscando algo que me ayude para detener las jodidas carreritas aéreas del mosco
y la mosca, que no permiten ni un poco de calma para una lectura nocturna con
una limonada al lado, en lugar de un buen café porque el calor está de la
chingada. El clima está llegando a niveles insoportables, y más por las noches,
don Ernesto (siempre tan abierto) dice que no sabe si dormir medio tapado o
medio destapado.
La verdad, don Ernesto y sus comentarios
repetitivos, sin sentido y de comedia barata se pueden ir ahora mismo directito
a la... El raidolito aparece glorioso sobre otra pila de objetos inservibles a
la vista, como un barco de rescate entre las olas incesantes. Mi molesto vecino
deja de golpear la puerta a la vez que el raidolito eleva su glorioso humo después
de encenderlo y logra ahuyentar al mosquito por fin. La mosca parece rendirse y
desaparecer por el momento.
Con aire triunfante y con la piyama bien
puesta, recibo a don Ernesto con una sonrisa. ¡Cuántas maldiciones sean posibles
cruzan por mi mente cuando al abrir la puerta un puñado de moscas y mosquitos
entran y penetran las habitaciones donde no está el raidolito! Las imagino riéndose
de mi descuido, distribuyendo sus nuevos territorios: el baño, la cocina, el
cuarto de lavado, el estudio. Después de cerrarle la puerta en la cara a mi
vecino, escucho por sus gritos que sólo quería preguntarme si tenía unos
raidolitos de sobra, que por el calor del demonio se los acabó todos en un par
de noches. No podría estar más molesto, porque ahora estoy igual o peor de
jodido que él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario