miércoles, 11 de noviembre de 2015

Intercambiamos risas

Se necesita reconocer que algunos encuentros son perfectos. Todo lo que existe alrededor de la persona se desdibuja y termina por dejar de tener sentido alguno. La mirada ausente en un principio, que cambia por la llegada del otro individuo: el impulso que refleja la emoción contenida en un movimiento de cabeza como de búsqueda. 
     Lo que se anhela es tan básico como complejo. Parte de ello es la mirada nerviosa después de su metamorfosis antes referida, las cejas que saltan por los sentimientos encontrados forman parte del festival emocional que se presenta en cuestión de minutos. 
     Uno es uno pero en presencia del otro siempre se cambia, suele ser para bien. Se encuentran las personas en un escenario amable y cálido, a punto de reventar de afecto.
     El intercambio de nuestras risas es vital para hacer que el rato sea completo y sempiterno en nuestros recuerdos (porque es bien sabido que después de una buena risa, el eco de la misma permanece intacto).
     Los labios forman figuras continuamente, todas hermosas y perfectas, derraman su plenitud sobre el otro. Es casi irrefrenable el impulso de arrancar un beso. 
     Como todas las cosas buenas tienen que terminar, el momento se disuelve con una facilidad preocupante. Es por ello que hay que despedirse por última vez con la mirada divertida y llena. En el camino se recuerdan las risas y el sabor del beso robado.

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