jueves, 31 de diciembre de 2015

Amor nuevo

Estaba en una larga fila para pagar su festejo de Año Nuevo: varios paquetes de cervezas, botana y una botella de tequila significativamente grande. Todo marchaba según la lentitud clásica durante las compras de fechas festivas. Si no la hubiera escuchado gritarles a sus tres compañeros, todo habría seguido igual.
     No era su complexión lo que lo había capturado en cuestión de minutos al verla y luego agruparse en una fila a metros suyos, era su manera de dirigirse a los otros, con seguridad y sin prestar mucha atención a aquellos que la contemplaban por su voz potente.
     La impresionante mujer le dirigió una mirada de soslayo y su romántico corazón se incendió potentemente hasta perder un poco de atención sobre su alrededor, la fila avanzaba y algunos se metían a ella gracias a su distracción.
     Parecía que estaban atrapados en un ciclo infinito, donde apenas se movían para mirarse por encima de las golosinas y muchos productos irrelevantes. Pronto no podían renunciar a su inmovilidad, aun cuando todo lo demás parecía haber adquirido una velocidad ridícula para la lentitud de las fechas.
     Por fin uno de los dos movió sus piernas y fue contra el muro de personas frente suyo, mientras el otro hacía lo propio, sin remover la mirada penetrante, profunda y con curiosidad inyectada.
     Se encontraron en el área de los carritos abandonados; lugar curioso para los encuentros amorosos. Sus miradas se habían unido de tal manera que los tres compañeros de la mujer no se encontraban y muchas personas enfrente de él ya se habían retirado con pesadas bolsas. Como comprobando sus respectivas suertes y jugando un poco con violar la ruta ya trazada del destino, rompieron su mirada para levantarla hasta encontrar el gran espejo redondo del techo. Estuvieron así un rato, comprobando su realidad hasta que alguno de los dos tomó la mano del otro y volvieron a perderse otro rato.
     Fue hasta que tenían que cerrar el local cuando se pudieron mover y anduvieron tranquilamente por la calle, con la luna que inundaba todo con su luz y las estrellas tan potentes con su luz, que juraban que se reflejaba un poco de su brillo en sus rostros.
     Ella dijo hasta al final: No sé si vaya a ser tu gran perdición o tu increíble paraíso, pero cualquiera de las dos cosas, con gusto lo seré. Él la encerró en un abrazo y luego encontró su rostro para besarla, mientras escuchaban los gritos potentes de celebración por un año nuevo prometedor.

martes, 29 de diciembre de 2015

Fuegos artificiales

Das brincos considerables para tratar de encontrarla entre la ola de gente. Te desesperas porque no ves el brillo de sus ojos. Admites que no era necesario discutir unas horas antes del festejo tradicional de Año Nuevo. Vas empujando a chicos y grandes con la intención de volverte a topar con su mirada.
     Los fuegos artificiales comienzan a estallar y resoplar en el cielo. Tus ojos se humedecen y atraviesas los grupos formados por la multitud que ahora parecen murallas para ti. Recuerdas los mejores momentos junto a ella y no logras controlar el flujo constante que emerge de tus ojos, resbala por tus mejillas y se pierde en la barba poblada.
     Algunos se besan y muchos se abrazan, ríen y gritan; se regocijan todos en el momento preciso de celebración. Andas como un pobre diablo corriendo con los brazos arriba y gritas su nombre mientras todos te miran con curiosidad y así como si nada, se olvidan en un momento.
     La reconoces por fin pero no es así como piensas que sería. Está en brazos de otro hombre. Detectas los gestos de complicidad, de movimientos rápidos y eróticos marcados por la fuerza del abrazo. La miras con atención y reconoces que no hay signos ya visibles de un llanto de hace diez minutos, de una discuta tan típica de tu tormentosa relación a su lado. 
     Sabes que él y ella se conocen, han tenido tantos encuentros en tus narices y apenas te enteras. No puedes seguir mirando esa escena retorcida donde alguien más toca a tu pareja. Decides salir con paso decidido de la multitud y tragarte las lágrimas.
     Por última vez diriges una mirada hacia la nueva pareja y te sorprende que ella te mire fijamente, hace un gesto hacia el cielo, donde los fuegos artificiales siguen tronando en todo su esplendor y te guiña un ojo, antes de hundirse de nuevo en el pecho del hombre. Esos fuegos artificiales que tanto te gustaba ver durante el festejo, en la misma posición que ahora están ellos; es seguro que nunca los verás igual en los años siguientes.

lunes, 28 de diciembre de 2015

La fugacidad

Estuvimos juntos desde la tarde. Poca gente andaba por las calles por las fechas navideñas. El frío nos detuvo por un lapso indefinido de tiempo. Luego estábamos adentro. Tomábamos con calma y las chicas intercambiaban miradas. Las carcajadas no se podían definir por el sonido estridente de la música y varios individuos se aproximaban a ellas sin temor. Siempre rechazados.
Intentamos estar con ellas pero no lo logramos. No se creyeron eso de que no eramos de aquí. Continuamos con la noche, la ausencia de multitudes y automóviles nos preocupaba a ratos, cuando la conciencia era pura y certera. 


Subimos y nos detuvimos. Ahí nos quedamos un rato. El brazo marcado con tinta que con esfuerzo se quitaría al día siguiente y la bebida ya caliente, las chicas que se resistían gracias a su acompañante a capturar la atención de todos en la pista. 
     Un grupo de hombres se sentó en el extremo contrario a nuestra mesa y sus miradas frías y secas nos penetraban aún estando a unos cuantos metros de distancia. Aquello nos agobió y nos retiramos a la brevedad, no pudimos subir más. 


Anduvimos sin rumbo definido hasta que el momento fue propicio y nos encontramos sentados en una mesa redonda y pequeña, en posiciones incómodas y cómicas. El humo fue llenando el lugar y alguna extraña versión navideña de una canción moderna inundaba los oídos de todos los caballeros. 
     El tiempo se perdió y luego estábamos tan asombrados y tan inmersos y tan nosotros que nos dejamos ir. 


El lugar estaba decorado con adornos navideños. Las bebidas sabían mal pero el ambiente hacía lo que podía por entretenernos. Los cuerpos bailaban y nos capturaban, siempre...Siempre junto a él, encima de él, abrazados... siempre. Apenas la mira, no puede, sabe que es un riesgo mirarla como miraría a cualquier otra persona. Todos los gestos o movimientos son peligrosos aquí adentro, hay que pensar todo antes de hacerlo. Muchas miradas perdidas y otras sobre nosotros.
     Nos retiramos lo más tarde que pudimos, pero nosotros mismos seguíamos adentro del lugar de las luces danzantes, pensamos en las chicas y cómo nos habíamos sentido al verlas por primera vez.
     Con nuestras miradas buscábamos algo. Propusimos  regresar a nuestros lugares pero  desde fuera vimos que ya estaban ocupados; sentimos que algo se nos había quedado en ese lugar. 
     Lo preguntamos entre nosotros un par de veces yendo calle abajo, hasta que reconocimos que la fugacidad nos había arrancado para siempre un momento perfecto y nos había dado, en cambio, un recuerdo al cual recurrir cuando deseáramos.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Un nuevo juego

Nos centraremos en las esferas de poder. El armamento está preparado. Todo en orden.
Tomaremos lo que nos pertenece. Nunca olvidarán esta Navidad.


No volveremos a compartir la mesa con ellos. Mucha mierda hemos tenido que tragar durante el año. A la autoridad se les ha olvidado cómo ser agradecidos con el pueblo, con su gente, con su propia sangre. La misma sangre sucia que corre por sus venas será el pago de todas sus injusticias; será derramada para cubrir un poco del ardor creciente de odio que proviene de nuestras carencias.



Un nuevo juego será el centro de atención durante las fechas festivas. Exhibiremos las armas sin miedo e iremos a atacar las principales oficinas de gobierno, las que carecen de la protección adecuada. Una vez que estemos adentro no pararemos; la misión tiene un objetivo: miedo.

     Vamos a sembrar el miedo en la ciudad así como ellos sembraron la pobreza y la violencia. Nosotros tomaremos un poco de todo lo malo y lo explotaremos con miedo para hacer reventar la cordura de los poderosos.
     Recuerden que muchos ya están comprados, su posición en el juego está asegurada y a nuestro favor contra cualquier adversidad espontánea. Verán que no debieron descuidarse y ahogarse tanto en poder.


No permitiremos que continúen con la tradición de los fuegos artificiales durante la fiesta de Año Nuevo. Sabemos que en ese momento de júbilo y profunda distracción, se estrechan manos y cierran tratos; se intercambian mercancías valiosas: droga, armas y más dinero.

Hundiremos sus jugadas y haremos las nuestras. Las balas surcarán los cielos y su pirotecnia el pueblo tendrá. La sorpresa y  el miedo serán nuestras bombas.


Empezaremos el año con muchos cadáveres de ratas regados por el suelo, el dinero y las armas y drogas y toda la inmundicia: el escenario brillante de la liberación.

martes, 15 de diciembre de 2015

Una muerte acertada

Soulé, te escribo con los dolores de siempre. Con los dolores de la ciudad hundidos como dardos en el pecho. Nuestra tierra está en decadencia. Seguro que escuchaste el murmullo de la muerte de cierta persona. La muerte, algo tan cercano y tan peculiar; tan familiar a nuestro estilo de vida.

Unos dicen que fue una muerte por pasión, otros alegan que murió bailando o cantando. Nadie se pone de acuerdo. Soulé, necesitas regresar  para que limpiemos la Casa Grande y mantengamos a los bichos que ya no les importa salir de día o de noche de las alcantarillas. He salido poco a poco del vicio, la heroína ya no me hace el mismo efecto, a veces siento que gano horas de vida sin esa mierda corriendo por mis venas.
Deberías saber de ellos, están infectando todo. Andan por la calle y hacen lo que les parece apropiado. Es por ellos que dejé la droga, no podía seguir nadando en mi miseria mientras había tanta alrededor que no me pertenecía.

Ellos acabaron con él. Te puedo asegurar que estuvieron involucrados de algún modo. Uno no puede simplemente tener una muerte tan acertada. Era alguien tan importante para la Casa Grande que su desenlace carece de sabor, de algo de esa acción o terrible tortura que cualquiera podría imaginarse con facilidad. 


Anduvo con nosotros un par de veces, nunca le gustó mi estilo. Joder, ni siquiera a ti te gustaba mi estilo. Sé que después de que supiste de toda esa agua sucia que rebosaba de los vasos y platos de los Mayores, quisiste salir. Te las arreglaste para encontrar una salida junto a esa linda chica. Eras joven entonces, y cuando se es joven se es estúpidamente ingenuo. No merecía el destino que elegiste para ella. Siempre te gustó lo fácil. Por ello fue que la despedazaron saliendo de la ciudad para tu encuentro. Nunca la viste de nuevo, lograste escuchaste el murmullo de la muerte a tus espaldas. Alguien te avisó de tu nueva y definitiva tragedia. Entonces no querías saber de mí por cruzarme de brazos ante las acciones de los Mayores en la ciudad, nuestra ciudad.

Antes de eso, en la Casa Grande las cosas estaban en control. Después de lo que le pasó a tu chica me dediqué a escabullirme en las sombras. Hombre, lo hice por ti. No había sabido nada del viejo grupo, de los pocos buenos tipos. Hasta que el teléfono sonó por días sólo para darme la noticia. La noticia de una muerte tan simple y vacía. Verás, él era como tú cuando era joven; pero no tuvo muchas tragedias que lo marcarán. Simplemente nació para ser un hijo de puta duro.

Estando yo oculto como rata, el seguía con la frente en alto, enfrentando a los Mayores como pudo, hasta que un mal más oscuro se apoderó de la Casa Grande.
Lograron deshacerse de él y lo marcaron. Lo marcaron con algo que nunca supe.
Un día llegó una carta anónima a la casa. Al día siguiente me enteré de su muerte.
No fue casualidad: en la carta estaban todos tus datos. Por eso ahora es tan sencillo revivir el lazo que mantuvimos por un tiempo.

Soulé, necesitamos quitarlos de la Casa Grande, estoy seguro que sería un buen detalle para hacer su muerte valiosa. Regresa a esta ciudad podrida, podemos curarla desde el interior. Justo como querías en los viejos tiempos. Ahora eres un hombre y yo casi un anciano, pero te prometo que no fracasaremos esta vez.