lunes, 28 de diciembre de 2015

La fugacidad

Estuvimos juntos desde la tarde. Poca gente andaba por las calles por las fechas navideñas. El frío nos detuvo por un lapso indefinido de tiempo. Luego estábamos adentro. Tomábamos con calma y las chicas intercambiaban miradas. Las carcajadas no se podían definir por el sonido estridente de la música y varios individuos se aproximaban a ellas sin temor. Siempre rechazados.
Intentamos estar con ellas pero no lo logramos. No se creyeron eso de que no eramos de aquí. Continuamos con la noche, la ausencia de multitudes y automóviles nos preocupaba a ratos, cuando la conciencia era pura y certera. 


Subimos y nos detuvimos. Ahí nos quedamos un rato. El brazo marcado con tinta que con esfuerzo se quitaría al día siguiente y la bebida ya caliente, las chicas que se resistían gracias a su acompañante a capturar la atención de todos en la pista. 
     Un grupo de hombres se sentó en el extremo contrario a nuestra mesa y sus miradas frías y secas nos penetraban aún estando a unos cuantos metros de distancia. Aquello nos agobió y nos retiramos a la brevedad, no pudimos subir más. 


Anduvimos sin rumbo definido hasta que el momento fue propicio y nos encontramos sentados en una mesa redonda y pequeña, en posiciones incómodas y cómicas. El humo fue llenando el lugar y alguna extraña versión navideña de una canción moderna inundaba los oídos de todos los caballeros. 
     El tiempo se perdió y luego estábamos tan asombrados y tan inmersos y tan nosotros que nos dejamos ir. 


El lugar estaba decorado con adornos navideños. Las bebidas sabían mal pero el ambiente hacía lo que podía por entretenernos. Los cuerpos bailaban y nos capturaban, siempre...Siempre junto a él, encima de él, abrazados... siempre. Apenas la mira, no puede, sabe que es un riesgo mirarla como miraría a cualquier otra persona. Todos los gestos o movimientos son peligrosos aquí adentro, hay que pensar todo antes de hacerlo. Muchas miradas perdidas y otras sobre nosotros.
     Nos retiramos lo más tarde que pudimos, pero nosotros mismos seguíamos adentro del lugar de las luces danzantes, pensamos en las chicas y cómo nos habíamos sentido al verlas por primera vez.
     Con nuestras miradas buscábamos algo. Propusimos  regresar a nuestros lugares pero  desde fuera vimos que ya estaban ocupados; sentimos que algo se nos había quedado en ese lugar. 
     Lo preguntamos entre nosotros un par de veces yendo calle abajo, hasta que reconocimos que la fugacidad nos había arrancado para siempre un momento perfecto y nos había dado, en cambio, un recuerdo al cual recurrir cuando deseáramos.

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