martes, 29 de diciembre de 2015

Fuegos artificiales

Das brincos considerables para tratar de encontrarla entre la ola de gente. Te desesperas porque no ves el brillo de sus ojos. Admites que no era necesario discutir unas horas antes del festejo tradicional de Año Nuevo. Vas empujando a chicos y grandes con la intención de volverte a topar con su mirada.
     Los fuegos artificiales comienzan a estallar y resoplar en el cielo. Tus ojos se humedecen y atraviesas los grupos formados por la multitud que ahora parecen murallas para ti. Recuerdas los mejores momentos junto a ella y no logras controlar el flujo constante que emerge de tus ojos, resbala por tus mejillas y se pierde en la barba poblada.
     Algunos se besan y muchos se abrazan, ríen y gritan; se regocijan todos en el momento preciso de celebración. Andas como un pobre diablo corriendo con los brazos arriba y gritas su nombre mientras todos te miran con curiosidad y así como si nada, se olvidan en un momento.
     La reconoces por fin pero no es así como piensas que sería. Está en brazos de otro hombre. Detectas los gestos de complicidad, de movimientos rápidos y eróticos marcados por la fuerza del abrazo. La miras con atención y reconoces que no hay signos ya visibles de un llanto de hace diez minutos, de una discuta tan típica de tu tormentosa relación a su lado. 
     Sabes que él y ella se conocen, han tenido tantos encuentros en tus narices y apenas te enteras. No puedes seguir mirando esa escena retorcida donde alguien más toca a tu pareja. Decides salir con paso decidido de la multitud y tragarte las lágrimas.
     Por última vez diriges una mirada hacia la nueva pareja y te sorprende que ella te mire fijamente, hace un gesto hacia el cielo, donde los fuegos artificiales siguen tronando en todo su esplendor y te guiña un ojo, antes de hundirse de nuevo en el pecho del hombre. Esos fuegos artificiales que tanto te gustaba ver durante el festejo, en la misma posición que ahora están ellos; es seguro que nunca los verás igual en los años siguientes.

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