Héctor Carrillo Bustos
Para muchos soy un símbolo,
una palabra a la que hay que tenerle temor y respeto. Las madres al escuchar
tan terrible conjunto de letras saliendo de la boca de sus hijos o amados
conocidos, bajan la mirada y realizan cuantos gestos al aire crean apropiados y
sean posibles. La verdad es que yo soy la Muerte y me muero de aburrimiento.
Dulce ironía que dicta mi existencia; soy eso a lo que se han referido desde el
principio de los tiempos como Muerte, la abominable encarnación del oscuro
destino, lo que es inevitable evadir y lo único que se puede esperar, la última
parada. Lo verdaderamente triste es que no puedo morir como los demás, no hay
algo que esperar, no hay nadie que venga por mí. He visto mucho, he vivido
mucho, vivo por mí, vivo por los demás, vivo por el vacío de mi significado.
Un día surgí por necesidad, como una
máquina sin fecha límite de funcionamiento, una especie de caducidad. Las
sombras se convirtieron en los mantos que uso día a día, los que cubren el
cuerpo castigado, mi rostro se formó de la arena del mar y el color lo copió de
las nubes blancas que atestiguaban mi creación. Existieron lugares donde me
veneraban, cuando la insolencia no inundaba las calles, cuando no me dibujaban
mal ni me marcaban en la piel con tinta barata. Ahora les encanta hacer todo
eso, meterme en las canciones, hablar de mí como se les antoje, poner mi
supuesta imagen (distorsionada hasta puntos ridículos) en los muros que luego
tapan con imágenes políticas o de otras chingaderas cuando el tiempo llega y es
propicio para envenenar las mentes.
He aprendido a hablar muchos idiomas, a
hacer demasiado, a burlarme de mí misma, a recibir todo el falso respeto, los
rituales idiotas, los homenajes fallidos. He aceptado el hecho de que me
recuerden cada año entre octubre y noviembre. Los demás días apenas se habla de
mí. Soy una entidad que anda por las redes de la existencia, siendo que mi
reino es aburridísimo y lo abandoné hace tiempo. Ser la muerte es una verdadera
chinga, eso no lo reconocen.
Los días pasan, eso que denominan tiempo
sucede con rapidez. Soy una dama que tiene que viajar demasiado. Soy como una
empresaria o persona de alto rango en la sociedad. Siempre en viajes largos y
complicados, nuevamente, sin fecha límite, sin excusas. Al abandonar el reino
me encontré con la realidad del mundo humano. El transporte que se vuelve una
parte fundamental para la vida día a día. Actualmente resido en México por
estrategias de camino, he estado en muchos lugares, no puedo cubrir todas las
muertas y es por eso tengo que ubicarme ciertas temporadas en un lugar fijo. Me
la paso en el metro, llevo un mes aquí, pronto me retiro. Es todo un
espectáculo andar entre las personas, unas clavan la mirada sin perdón sobre
los mantos negros, el rostro desconocido y demacrado. Las risitas de burla, los
arrimones en los músculos apenas desarrollados; más hueso que nada, los
comportamientos extraños. Andar por ahí es un atrevimiento, es un hacer el
ridículo, es un romper la normalidad.
La fecha de los festejos, las
reinterpretaciones, los tributos, todo lo que creen saber y aceptan como
verdadero. Los disfraces, los dulces, el dinero que escasea para dar a los
niños, los sustos y la barata parodia del miedo y lo oscuro. Ando con todos y
todos andan conmigo, bajamos las escaleras, nos aproximamos para esperar el
metro, las tardanzas típicas, el bajo perfil; las miradas de aceptación
espontánea gracias al Día de Muertos y Halloween, tengo que pasar entre ellos,
el paso es lento y distraído, es casi como flotar. Hoy es un día ocupado, no
debo permitir que las almas esperen mucho cuando la vida es arrebatada
inesperadamente, es óptimo conseguir los cuerpos calientes, el espíritu
desprendido, el temor recién nacido. Sé bien que el tráfico está de la jodida y
que las personas disfrazadas que van al volante en la noche son
peligrosas, debe pensarse dos veces
andar en un automóvil común por las calles concurridas. Prefiero el metro, no
quiero que los futuros muertos choquen con la misma que se los va a llevar, es
bastante trágico y poético, no me hace nada de gracia. Subo con todos y todos
suben conmigo.
Hoy es un día ocupado pero a la vez mal
día, no es divertido ver como muchos carajitos se divierten evocando lo
ominoso, juegan con lo desconocido. En eso estamos, con los movimientos
bruscos, los cambios, los arrimones de nueva cuenta, el desconcierto por parte
del responsable y el posterior silencio vacío, nervioso e incómodo. Las miradas
van y vienen, aferrada a los tubos, apretujada, con el sudor inexistente, la
sustancia imposible que corre por la frente sin tapar por el manto. Un grito,
dos gritos, varios gritos. Las miradas van y vienen, hoy es un día ocupado,
puto día, coincidencia, sangre que se estampa contra las ventanas con
violencia.
El silencio terrible, los cuerpos
esparcidos, el aroma del perdón, arrepentimiento, miedo, tantos sentimientos
que revientan al mismo tiempo como burbujas. Mis alas negras al igual que mi
manto se extienden, liberándose por fin, los escasos pliegos de tela que cubren
mi cara caen, los huesos sobresalen, la guadaña aparece. Las miradas van y
vienen, el perpetrador me encuentra, nos encontramos, estamos solos. Los
muertos esperan por mí, él espera por mí y a la vez me niega. El diálogo que se
quiere ocultar.
¿Qué mal has hecho, hombre? Me has dado
mucho trabajo, más de lo que esperaba por esta noche, ¿por qué? La manera en la
que hablas, el que estés aquí en medio de todo el caos que he provocado, debes
ser la Muerte. Esa soy, pero una respuesta debe haber a lo que te pregunté.
Nada que no puedas imaginar. No tengo poderes tan grandes como para saberlo. Sí
que lo sabes, si pasas continuamente por México lo sabes. No comprendo. Lo que
se pierde cada día, sufro, eso es lo que debes comprender. Muchos sufren y no
necesitan masacrar a otros, ahora pones en riesgo la vida de tantos al acabar
hasta con el conductor, sabes que serás el culpable de más sufrimiento. Nos
presionan, nos ponen al límite, son tiempos oscuros, de dirigentes oscuros.
Definitivamente, tiempos oscuros, algunos como tú los ennegrecen más. Las nubes
negras cubren los cielos, las mentiras y los engaños son servidos en el plato,
el pan de cada día. Me sorprendes, hablas como pienso. Puede que sea tú. Y que
tú seas yo, pero no es posible. Todo es posible aquí. No todo es malo. No, no
todo lo es, pero la mayoría, pasamos los días mirando el suelo, produciendo
todo lo que se nos pide, callando cuando es obligatorio, autocensurándonos.
¿Has dejado de censurarte al matar? No, aún estoy atrapado, ahora me buscarán,
el objetivo es huir para no vivir un doble encierro. ¿Qué tan malo ha sido tu
día para que hagas esto? Me he quedado sin trabajo por una injusticia, las
cuentas están rojas, mi mujer me abandonó por culpa de las eventualidades, he
robado para comer, mi hermano se perdió en una manifestación alegando por
justicia, lo asesinaron, la política se ha dedicado a destruir a mis ancianos
padres, el núcleo de mi familia está roto, ¿acaso no ves mis ropas? Tomas las
cosas muy mal, eso es, te llevaste a muchos por un sólo sufrimiento. ¿Soy
egoísta? Lo eres, te diré algo que debes suponer. Adelante. No puedo matarte
naturalmente, sólo puedo llevarme tu alma cuando estés listo, cuando todo se
acomode, de algún modo supe qué harías esto, las palabras se habían dicho,
estamos repitiendo algo que ya vivimos, ¿comprendes? Sí, estaba marcado, ¿a eso
te refieres? Algo de lo que digo entiendes, así como sabes que tengo que violar
lo que te acabo de mencionar. Matarme, dices. Eso digo, cada cierto tiempo
tengo el poder para hacerlo, siempre que es necesario, por eso hay muertes
inesperadas, muertes contra males mayores, personajes de maldad irrefrenable,
de conductas irracionales, es entonces cuando actúo. Sabes que no voy a poder
parar, que de algún modo podré huir y ser libre, ¿cierto? No puedo decir mucho
de lo que soy consciente, pero tengo que detenerte. No me voy a oponer, la
oscuridad siempre encuentra una salida, es bueno cambiar el destino en
ocasiones. Debo hacerlo, por cierto, la oscuridad no necesita encontrar una
salida, las conoce todas, las utiliza, también las entradas y usa los cuerpos,
me apiado de tu alma manchada.
El filo atravesó la carne, los músculos
reventaron, las bolsas de sangre se alargaron hasta desgarrarse y cubrieron de
otro tinte los cuerpos, un color rojo renovado, caliente. La Muerte tomó el
alma contaminada mientras se apresuraba a llevarse las que esperaban en el
suelo del metro para ser recogidas, para que sintieran el frío natural, el de
las palmas desnudas sobresaliendo de los mantos, alargándose para guardarlas
con cuidado. Algo extraño sucedió al tomar el alma marcada y pútrida por sus
acciones: sintió una sensación inexplicable, como si esa alma contuviera muchas
más dentro de sí. Sintió culpa, realidades encontradas, verdades, pobreza,
muchos males y a la vez ninguno, en su mayoría; era un alma libre. Cuando
emprendió el vuelo atravesando los metales del metro antes de que se estrellase
provocando más muertes, sintiéndose desnuda y contaminada por la brillante
oscuridad que irradiaba el alma que cargaba en la mano, se resignó a regresar
pronto al reino vacío y aburrido. Por un breve momento, comprendió la
frustración y todos los detonantes de la tragedia, fue humana; sus ojos se
llenaron, todo se fortaleció en ella y fue culpable y a la vez inocente.