sábado, 31 de octubre de 2015

La muerte pasajera


Héctor Carrillo Bustos

Para muchos soy un símbolo, una palabra a la que hay que tenerle temor y respeto. Las madres al escuchar tan terrible conjunto de letras saliendo de la boca de sus hijos o amados conocidos, bajan la mirada y realizan cuantos gestos al aire crean apropiados y sean posibles. La verdad es que yo soy la Muerte y me muero de aburrimiento. Dulce ironía que dicta mi existencia; soy eso a lo que se han referido desde el principio de los tiempos como Muerte, la abominable encarnación del oscuro destino, lo que es inevitable evadir y lo único que se puede esperar, la última parada. Lo verdaderamente triste es que no puedo morir como los demás, no hay algo que esperar, no hay nadie que venga por mí. He visto mucho, he vivido mucho, vivo por mí, vivo por los demás, vivo por el vacío de mi significado.
     Un día surgí por necesidad, como una máquina sin fecha límite de funcionamiento, una especie de caducidad. Las sombras se convirtieron en los mantos que uso día a día, los que cubren el cuerpo castigado, mi rostro se formó de la arena del mar y el color lo copió de las nubes blancas que atestiguaban mi creación. Existieron lugares donde me veneraban, cuando la insolencia no inundaba las calles, cuando no me dibujaban mal ni me marcaban en la piel con tinta barata. Ahora les encanta hacer todo eso, meterme en las canciones, hablar de mí como se les antoje, poner mi supuesta imagen (distorsionada hasta puntos ridículos) en los muros que luego tapan con imágenes políticas o de otras chingaderas cuando el tiempo llega y es propicio para envenenar las mentes.
     He aprendido a hablar muchos idiomas, a hacer demasiado, a burlarme de mí misma, a recibir todo el falso respeto, los rituales idiotas, los homenajes fallidos. He aceptado el hecho de que me recuerden cada año entre octubre y noviembre. Los demás días apenas se habla de mí. Soy una entidad que anda por las redes de la existencia, siendo que mi reino es aburridísimo y lo abandoné hace tiempo. Ser la muerte es una verdadera chinga, eso no lo reconocen.
     Los días pasan, eso que denominan tiempo sucede con rapidez. Soy una dama que tiene que viajar demasiado. Soy como una empresaria o persona de alto rango en la sociedad. Siempre en viajes largos y complicados, nuevamente, sin fecha límite, sin excusas. Al abandonar el reino me encontré con la realidad del mundo humano. El transporte que se vuelve una parte fundamental para la vida día a día. Actualmente resido en México por estrategias de camino, he estado en muchos lugares, no puedo cubrir todas las muertas y es por eso tengo que ubicarme ciertas temporadas en un lugar fijo. Me la paso en el metro, llevo un mes aquí, pronto me retiro. Es todo un espectáculo andar entre las personas, unas clavan la mirada sin perdón sobre los mantos negros, el rostro desconocido y demacrado. Las risitas de burla, los arrimones en los músculos apenas desarrollados; más hueso que nada, los comportamientos extraños. Andar por ahí es un atrevimiento, es un hacer el ridículo, es un romper la normalidad.
     La fecha de los festejos, las reinterpretaciones, los tributos, todo lo que creen saber y aceptan como verdadero. Los disfraces, los dulces, el dinero que escasea para dar a los niños, los sustos y la barata parodia del miedo y lo oscuro. Ando con todos y todos andan conmigo, bajamos las escaleras, nos aproximamos para esperar el metro, las tardanzas típicas, el bajo perfil; las miradas de aceptación espontánea gracias al Día de Muertos y Halloween, tengo que pasar entre ellos, el paso es lento y distraído, es casi como flotar. Hoy es un día ocupado, no debo permitir que las almas esperen mucho cuando la vida es arrebatada inesperadamente, es óptimo conseguir los cuerpos calientes, el espíritu desprendido, el temor recién nacido. Sé bien que el tráfico está de la jodida y que las personas disfrazadas que van al volante en la noche son peligrosas,  debe pensarse dos veces andar en un automóvil común por las calles concurridas. Prefiero el metro, no quiero que los futuros muertos choquen con la misma que se los va a llevar, es bastante trágico y poético, no me hace nada de gracia. Subo con todos y todos suben conmigo.
     Hoy es un día ocupado pero a la vez mal día, no es divertido ver como muchos carajitos se divierten evocando lo ominoso, juegan con lo desconocido. En eso estamos, con los movimientos bruscos, los cambios, los arrimones de nueva cuenta, el desconcierto por parte del responsable y el posterior silencio vacío, nervioso e incómodo. Las miradas van y vienen, aferrada a los tubos, apretujada, con el sudor inexistente, la sustancia imposible que corre por la frente sin tapar por el manto. Un grito, dos gritos, varios gritos. Las miradas van y vienen, hoy es un día ocupado, puto día, coincidencia, sangre que se estampa contra las ventanas con violencia.
     El silencio terrible, los cuerpos esparcidos, el aroma del perdón, arrepentimiento, miedo, tantos sentimientos que revientan al mismo tiempo como burbujas. Mis alas negras al igual que mi manto se extienden, liberándose por fin, los escasos pliegos de tela que cubren mi cara caen, los huesos sobresalen, la guadaña aparece. Las miradas van y vienen, el perpetrador me encuentra, nos encontramos, estamos solos. Los muertos esperan por mí, él espera por mí y a la vez me niega. El diálogo que se quiere ocultar.
     ¿Qué mal has hecho, hombre? Me has dado mucho trabajo, más de lo que esperaba por esta noche, ¿por qué? La manera en la que hablas, el que estés aquí en medio de todo el caos que he provocado, debes ser la Muerte. Esa soy, pero una respuesta debe haber a lo que te pregunté. Nada que no puedas imaginar. No tengo poderes tan grandes como para saberlo. Sí que lo sabes, si pasas continuamente por México lo sabes. No comprendo. Lo que se pierde cada día, sufro, eso es lo que debes comprender. Muchos sufren y no necesitan masacrar a otros, ahora pones en riesgo la vida de tantos al acabar hasta con el conductor, sabes que serás el culpable de más sufrimiento. Nos presionan, nos ponen al límite, son tiempos oscuros, de dirigentes oscuros. Definitivamente, tiempos oscuros, algunos como tú los ennegrecen más. Las nubes negras cubren los cielos, las mentiras y los engaños son servidos en el plato, el pan de cada día. Me sorprendes, hablas como pienso. Puede que sea tú. Y que tú seas yo, pero no es posible. Todo es posible aquí. No todo es malo. No, no todo lo es, pero la mayoría, pasamos los días mirando el suelo, produciendo todo lo que se nos pide, callando cuando es obligatorio, autocensurándonos. ¿Has dejado de censurarte al matar? No, aún estoy atrapado, ahora me buscarán, el objetivo es huir para no vivir un doble encierro. ¿Qué tan malo ha sido tu día para que hagas esto? Me he quedado sin trabajo por una injusticia, las cuentas están rojas, mi mujer me abandonó por culpa de las eventualidades, he robado para comer, mi hermano se perdió en una manifestación alegando por justicia, lo asesinaron, la política se ha dedicado a destruir a mis ancianos padres, el núcleo de mi familia está roto, ¿acaso no ves mis ropas? Tomas las cosas muy mal, eso es, te llevaste a muchos por un sólo sufrimiento. ¿Soy egoísta? Lo eres, te diré algo que debes suponer. Adelante. No puedo matarte naturalmente, sólo puedo llevarme tu alma cuando estés listo, cuando todo se acomode, de algún modo supe qué harías esto, las palabras se habían dicho, estamos repitiendo algo que ya vivimos, ¿comprendes? Sí, estaba marcado, ¿a eso te refieres? Algo de lo que digo entiendes, así como sabes que tengo que violar lo que te acabo de mencionar. Matarme, dices. Eso digo, cada cierto tiempo tengo el poder para hacerlo, siempre que es necesario, por eso hay muertes inesperadas, muertes contra males mayores, personajes de maldad irrefrenable, de conductas irracionales, es entonces cuando actúo. Sabes que no voy a poder parar, que de algún modo podré huir y ser libre, ¿cierto? No puedo decir mucho de lo que soy consciente, pero tengo que detenerte. No me voy a oponer, la oscuridad siempre encuentra una salida, es bueno cambiar el destino en ocasiones. Debo hacerlo, por cierto, la oscuridad no necesita encontrar una salida, las conoce todas, las utiliza, también las entradas y usa los cuerpos, me apiado de tu alma manchada.


     El filo atravesó la carne, los músculos reventaron, las bolsas de sangre se alargaron hasta desgarrarse y cubrieron de otro tinte los cuerpos, un color rojo renovado, caliente. La Muerte tomó el alma contaminada mientras se apresuraba a llevarse las que esperaban en el suelo del metro para ser recogidas, para que sintieran el frío natural, el de las palmas desnudas sobresaliendo de los mantos, alargándose para guardarlas con cuidado. Algo extraño sucedió al tomar el alma marcada y pútrida por sus acciones: sintió una sensación inexplicable, como si esa alma contuviera muchas más dentro de sí. Sintió culpa, realidades encontradas, verdades, pobreza, muchos males y a la vez ninguno, en su mayoría; era un alma libre. Cuando emprendió el vuelo atravesando los metales del metro antes de que se estrellase provocando más muertes, sintiéndose desnuda y contaminada por la brillante oscuridad que irradiaba el alma que cargaba en la mano, se resignó a regresar pronto al reino vacío y aburrido. Por un breve momento, comprendió la frustración y todos los detonantes de la tragedia, fue humana; sus ojos se llenaron, todo se fortaleció en ella y fue culpable y a la vez inocente.

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